sábado, 1 de marzo de 2008

Los mitos del terror II: Las productoras

Hablaré ahora de las productoras que hicieron posible que tantos y tantos films de terror inundaran las salas durante años, y que son las que abrieron la puerta a éstos actores que probablemente hubieran pasado desapercibidos en otros géneros del cine.

Muchas fueron las compañías que se beneficiaron del triunfo del género, las dos más destacables Universal Pictures y Metro Goldwyn Mayer, pero principalmente fue la Universal la que mayor provecho sacó del terror creando el fenómeno conocido como “Universal Horror”.

Tras varios de los títulos mudos europeos que os nombré y que dieron la vuelta al mundo, quedó claro que el género de terror era rentable: gustaba e impresionaba al público.

Como casi todo lo que es rentable, el género acabó siendo visto, adoptado y explotado por los estadounidenses de Hollywood.

Fue así como, de la mano de Carl Laemmle, los estudios Universal Pictures comenzaron a centrarse en el cine de terror.Un año mas tarde del estreno del Nosferatu de Murnau en Alemania, Wallace Worsley dirigió en Estados Unidos para la Universal la adaptación de la novela de Victor Hugo “El jorobado de Notre Dame (1923)” con un Lon Chaney padre en el papel protagonista y para el cual y como siempre, él mismo se ocupaba de su maquillaje.
Dos años mas tarde y de nuevo con Lon Chaney padre de protagonista, los estudios estrenaban “El fantasma de la ópera (1925)”, de la mano del director Rupert Julian.

También al cabo de los dos años, Universal producía “El legado tenebroso (The Cat and the Canary) (1927)” del director Paul Leni, un director alemán que de no ser por su prematura desaparición en 1929 hubiese dado mucho que hablar en el cine de la época.

Otras productoras se hicieron eco del éxito y la Metro Goldwyn Mayer estrenó en el 28 la primera película de Hollywood sobre un vampiro: “La casa del horror (London After Midnight) (1928)”, cinta desgraciadamente perdida, donde de nuevo vemos como protagonista a Chaney padre, ésta vez dirigido por Tod Browning, con el que lo unía una gran relación profesional y de amistad a lo largo de muchos años y otros tantos rodajes juntos, curiosamente ninguno de ellos producido por Universal Pictures.

El mismo año la Universal estrenaba “El hombre que ríe (The Man Who Laughs) (1928)”, film dirigido por Paul Leni. La productora quiso que el protagonista fuese su mayor “seguro de vida”: Lon Chaney padre, pero Leni decidió finalmente que fuera protagonizada por Conrad Veidt encarnando a Gwynplaine, el desdichado hombre de la risa eterna. El film, otra adaptación de una novela de Victor Hugo, esta vez una obra menor, era otro de los melodramas bizarros en los que el monstruo es a la vez aterrador y encantador, como sucedió con “El jorobado de Notre Dame” o “El Fantasma de la Ópera”. La película no tuvo una fácil incursión, ya que fue rodada en la época de transición entre el cine mudo y el cine sonoro, siendo de las primeras cintas que añadían sonido, en su caso simples silbidos que emulaban el viento o risas y aplausos. Tanto la dirección como la interpretación en la cinta son referentes muy importantes en la historia del cine. En la dirección puede decirse que Leni dejó un legado de cánones que el maestro Tod Browning adoptó para su universo cineasta, y en la interpretación cabe decir que Veidt supo darle a su personaje un cuerpo y un alma que dejaron huella. Tan es así que décadas después el escritor de cómics y creador de Batman, Bob Kane, se inspiró en el personaje de Gwynplaine y en la interpretación del mismo por Conrad Veidt para crear a su villano mas famoso, el Joker.

Pese a todo, el director de Universal Pictures, Carl Laemmle, no era demasiado valiente en lo referente a afrontar proyectos de grandes presupuestos o que supusieran cambios demasiado revolucionarios en la industria del cine, siendo reacio a embarcarse en obras que representaran un gran riesgo económico.

Años más tarde, con la ya asentada inclusión de las voces en las películas y ya con el control de la productora en manos de Carl Laemmle Jr., que recibió el estudio cinematográfico como regalo de cumpleaños de su padre en 1928, la Universal, gracias a la valentía del joven y osado nuevo director de la compañía, deja ver el cambio y decide fabricar cine de terror con un único objetivo, el de vender, con no malos resultados.

En 1930 concluye llevar a la gran pantalla la obra de Bram Stoker: Drácula. Esta vez sí, habiendo adquirido los derechos para no cometer el mismo error que los alemanes que produjeron la obra de Murnau nueve años antes. Basándose más en la adaptación teatral de Broadway que en la propia novela, la productora lanzó dos proyectos a la vez y de forma paralela: una versión hispana y otra estadounidense. Ambas se rodaron en México, en los mismos escenarios, usándose éstos principalmente para la versión yankee y, las noches en que ésta descansaba, para la versión hispana que dirigió George Melford. Para la estadounidense el director fue el gran Tod Browning y el elegido para encarnar al conde era el infalible Lon Chaney padre, en la que sería la primera película producida por la Universal, dirigida por Browning y protagonizada por Chaney padre, pero éste último declinó la oferta porque se encontraba enfermo a causa de una afección de garganta que poco después resultó ser un cáncer y que se lo llevó al otro mundo antes siquiera de empezar a rodarse la película. Buscaron sustituto y encontraron a un actor húngaro con poco dominio del idioma inglés que, aunque ya había participado en un papel secundario en otro film de Browning, era un gran desconocido pero que se adecuaba al papel porque lo había estado interpretando en los escenarios teatrales estadounidenses. Se trataba de un tal Bela Lugosi.

Al concluir el rodaje, la Universal quedó descontenta con la cinta, prefiriendo la versión hispana, pero tras el estreno el 14 de febrero de 1931 de “Drácula (1931)” fue tal el efecto que causó entre el público que llegó a ser el film que mas ingresos le generó ése año a la productora. Todo el mundo hablaba del Drácula de ésa película, todos se asustaban con la caracterización que del conde se hizo en el film y, lo mas importante, Drácula ya no era el personaje conocido solo por húngaros y rumanos, o por los que habían leído o habían oído hablar la novela, o por los que lo habían visto en el teatro: el planeta entero conoció al conde Drácula y fue de la forma en que lo parieron en ésta película como llegó a los ojos y a las mentes de todos.

La compañía se frotó las manos y se puso a trabajar en componer más cintas de éste género.

El mismo año llegó “Frankenstein (1931)”, de nuevo basándose más en la adaptación teatral que en la obra original de Mary Shelley. Iba a ser dirigida por Robert Florey y para el papel del monstruo se pensó en un Bela Lugosi ya conocido por los espectadores, pero tras rechazar éste el papel, se descartó también al director entregándole las riendas a James Whale y el papel del engendro a un actor inglés que estaba rodando una cinta para la Universal en la que hacía de gangster y que se hacía llamar Boris Karloff. Algunas fuentes afirman que fue Bela quien recomendó a Boris, pero, si así fue, debió de ser por referencias, ya que aun no se conocían en persona. Otros dicen que fue Whale quien lo conoció en el comedor del plató de la productora, invitando enseguida al inglés a interpretar el papel. Sea como fuere, fue Karloff quien encarnó a la criatura que, al igual que Drácula, dio la vuelta al mundo y se instauró en la memoria de todos. Para muchos, al igual que con el personaje de Lugosi, el de Karloff fue la primera referencia que tuvieron del monstruo de Frankenstein y, por lo tanto, fue la magistral puesta en escena del staff de la película la que quedó para la posteridad, surgiendo así el monstruo de Frankenstein que tantas y tantas veces se ha imitado en series de TV, dibujos animados y montones de sectores mas.

El film fue de nuevo un triunfo total para la compañía desencadenante de un tsunami de cintas de miedo que dieron a conocer un gran surtido de monstruos que hoy en día son para nosotros parte de nuestra cultura, tan normales y tradicionales como llevar zapatos o bostezar por las mañanas.

Hay que dejar claro que no todas fueron cintas que destacaran por su calidad artística o narrativa, y que se dejó bastante al margen el idealismo del cine de terror alemán de los años 20, donde imperaba lo espiritual, para centrarse en el mero espectáculo y en la comercialización y popularización de los personajes. Tuvieron éxito y vendieron a sus monstruos como rosquillas, pero no fueron las películas de terror lo mejor que el cine nos ofreció en aquella época. Incluso a algunas de ellas se las catalogó de “clase B”, nombre que después fue modificado a “serie B”, a causa de su producción en serie. Es en la actualidad, sin embargo, cuando uno se da cuenta de lo que esos films han supuesto a la larga para nuestra cultura.

Así como Lugosi y Karloff en la interpretación y Tod Browning y James Whale, entre otros, en la dirección supusieron un filón para las compañías en lo referente al terror, otro nombre quedó arraigado al género siendo el artífice de la creación física de los monstruos. Hablo del maquillador Jack Pierce, cuestionado por muchos por su difícil y autoritario carácter e idolatrado por otros por sus creaciones del monstruo de Frankenstein o de la momia. La Gorgona nos ofrece éste artículo sobre su vida.

Tras los éxitos del vampiro y el no-muerto más famosos del mundo y a medida que a las productoras llegaban los ingresos, a las pantallas llegaron nuevos films, remakes y secuelas, tanto de la mano de la Universal como de otras compañías, entre ellas Paramount Pictures, RKO o Metro Goldwyn Mayer, repitiendo los mismos monstruos o presentándonos a otros nuevos. Sobretodo cintas e historias basadas en la época victoriana, pero abarcando no solo eso.

Las productoras llegaron a reunir en una misma película en varias ocasiones a los dos musos del terror hasta el momento, Lugosi y Karloff, y pese a que muchos están empeñados en que había una enemistad entre los dos por culpa de la rivalidad ante las cámaras, yo creo que la pareja brindó por ello.
La industria nos inundó con una sucesiva entrega de títulos de las que hablo en el tercer capítulo.


Enlaces emule
  • “El hombre que ríe (The Man Who Laughs) (1928)”:

Resto de capítulos de Los Mitos del Terror:
Cáp. I, Cáp. III, Cáp. IV, Cáp. V, Cáp. VI, Cáp. VII

2 comentarios:

Anónimo dijo...

las historias de terror son facinantes,me gusta seguir el terror

Anónimo dijo...

soy super fan de las historias de terror ok.